miércoles, 9 de marzo de 2011

¿La primavera de los pueblos?

Cuando Napoleón se pusó la corona imperial, parecía que la Revolución Francesa había llegado a su clímax y los cambios que trajo no iban a encontrar ninguna resistencia. Era un argumento muy probable, ya que fue el Napoleón que durante los siguientes doce años derrocaba a los monarcas y colocaba en tronos sus gobernantes. Sin embargo, ya en 1815 se restauró el viejo orden y los vencedores cuidaron de que nadie alterara el delicado equilibrio en el continente europeo. Por supuesto, habían personas a las que este estado de cosas no les gustó nada - las personas que buscaban maximizar el poder y la dominación no sólo en Europa, sino en todo el mundo y que trataban de socavar el orden establecido.


Los Iluminados estrechaban los lazos, ganaban los contactos y fortificaban su posición en los mercados financieros y políticos, para comenzar, en el momento adecuado, el conflicto planificado de años. El estallido de la revolución en casi todos los países europeos en 1848 no fue un accidente. Los organizadores de las revueltas quedaban en contacto y prácticamente todos los grandes revolucionarios pertenecían a logias masónicas iluminadas. El conflicto comenzó, como antes, en Francia, donde tras el derrocamiento de la monarquía de Luis Felipe, otra vez nació la república. La revolución se trasladó rapidamente a otros países: los Estados alemanes, Italia, Austria. Sólo Rusia se mantuvo fuera de alcance. Por todas partes donde estalló la revolución, muy importantes eran las lemas nacionales que trataban de unir los territorios anterioramente divididos convirtiéndolos en Estados-nación, llevar a la independencia las comunidades oprimidas o cambiarlas de régimen para republicanismo. Las revoluciones, como su objetivo tenían transformar los estados europeos a repúblicas, en las que, según el modelo francés, cada ciudadano tendría que estar listo para tomar parte en la lucha. Con las fronteras étnicas heterogéneas, con pretensiones y ambiciones imperiales, era muy facíl estimular la guerra a gran escala.


Las revoluciones de 1848 produjeron una influencia sobre casi todos los garantes del Orden de Viena. Francia volvió a ser una república, en Alemania habían intentos de unificar el país a través del Parlamento y la sublevación húngara en Austria debilitó la monarquía, por lo cual los Habsburgos acabaron pidiendo el apoyo de Rusia. Pero lo más importante es que la rebelión en los nuevos Estados se convirtió en una guerra de masas a gran escala. Ya no lucharon sólo soldados profesionales o ligios de este u otro monarca, sino los alemanes contra los polacos, los italianos contra los franceses, nación contra nación, paralizando unos a otros en una guerra total.


¿Qué sucede cuando naciones enteras van a la guerra? Alguien tiene que armarlas. Para armarse uno necesita dinero. Si no hay dinero, hay que pedirlo prestado. De esta manera, la humanidad se encontró en una situación cuando no importaba quien estaba luchando y quien salió ganancioso - los únicos que ganaban eran los Iluminados.

Sin embargo, todavía había un país que velaba por el "viejo orden" - Rusia.



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